March 8, 2024
La posición de un coach es descentrada pero influyente, como dijo Michael White, uno de los fundadores de la terapia narrativa. Como sabrán, esta posición resuena profundamente en mí y la valoro tanto cuando puedo adoptar esta postura como cuando la experimento en otros coaches y, especialmente, en mis clientes de supervisión y en los participantes de nuestros cursos.
Navegar por el equilibrio entre estar descentrado e influyente requiere conciencia y una comprensión profunda del espacio que ocupamos y del espacio que compartimos. Una posición así no es fácil; requiere una negociación constante de nuestra presencia e influencia, pidiéndonos que dejemos espacio para las narrativas de los demás mientras aportamos reflexivamente nuestra propia voz. Esta delicada danza de influencia y respeto es un viaje de aprendizaje, desaprendizaje y reaprendizaje continuos: un compromiso con el fomento de la cocreación en cada interacción.
El coaching constructivista social, como el coaching centrado en soluciones o el coaching narrativo, parecen muy fáciles (y a veces incluso formulísticos) para el observador desinformado. A veces recibimos comentarios de que “no abordamos el problema 'real'” o de que “ignoramos la causa raíz subyacente” del problema. Comentarios como este pasan por alto la maestría que reside en la postura descentrada pero influyente.
Un requisito previo para poder adoptar una postura descentrada es haber aprendido y experimentado que nuestras historias no son la verdad. Necesitamos saber y encarnar que las narrativas son maleables y que las historias constituyen la verdad en lugar de ser “sobre” la verdad. Necesitamos ser capaces de sostener verdades conflictivas simultáneamente. Mi experiencia personal es que caigo en “trampas de la verdad” a menudo. A menudo creo que sé lo que es mejor para las personas (generalmente no en el coaching, sino en mi vida privada). Soy propenso a decir cosas como: “¡No sé en qué universo lo que esta persona está haciendo actualmente tiene sentido!”, lo que significa que no estoy de acuerdo y que lo haría de otra manera (y mejor). Dejar ir esto no es fácil (al menos para mí).
Invitamos a nuestros clientes a contar historias aceptando “los hechos”. Invitamos a los clientes a recrear sus historias de maneras que les sirvan mejor, y esto es algo que solo podemos hacer manteniendo la idea de que no hay un “problema real” ni una “causa raíz” que deba identificarse en la única y verdadera realidad.
Esta postura exige una profunda humildad: reconocer y priorizar las historias y experiencias de los demás, al mismo tiempo que nos relacionamos con el mundo que nos rodea de una manera significativa y responsable. Nos desafía a escuchar más de lo que hablamos, a aprender continuamente y a reflexionar profundamente sobre nuestra influencia: ¿Estamos invitando a “verdades” que ayuden a nuestros clientes o los obstaculicen? ¿Estamos invitando a “verdades” que ayuden a nuestros clientes a interactuar positivamente con su contexto? ¿Estamos co-creando con nuestros clientes de maneras que les convengan?
Si quieres discutir estas u otras reflexiones, ¿por qué no vienes a una de nuestras reuniones e intercambios gratuitos?