February 7, 2025
La obispa episcopal de Washington DC, Mariann Budde, que fue noticia cuando se pronunció en contra de que Donald Trump agitara una Biblia frente a una iglesia y le recordó la humanidad de las personas que está persiguiendo, escribió un libro inspirador: “Cómo aprendemos a ser valientes”. (Cómprelo, si puede: es, obviamente, muy cristiano, pero sus ideas son transferibles).
Una de sus reflexiones es sobre la esperanza y el coraje. La esperanza, dice, es “la capacidad de enfrentar la realidad, sin importar lo difícil que sea, y aún así buscar todo lo bueno que sea posible” (p.182). Creo que esta mezcla de esperanza y coraje es esencial para los coaches.
Los coaches necesitan el coraje de poder mirar la situación del cliente a los ojos y aceptar el punto de vista del cliente como verdadero para el cliente. Por difícil que parezca esta situación, el coach necesita reconocerla de maneras que no la hagan más difícil para el cliente. El coach necesita coraje para “enfrentarse” a la realidad y no mirar hacia otro lado o fingir que es diferente a como es para el cliente. Fingir que es diferente puede funcionar en ambos sentidos: endulzar o dramatizar. Ninguna de las dos cosas es útil para el cliente. Invitar al cliente y a uno mismo a permanecer allí por un momento, apreciar que la situación es lo que es sin interpretación ni evaluación requiere coraje.
Y entra en juego “la esperanza, la capacidad de enfrentar la realidad, sin importar lo difícil que sea, y aun así buscar todo lo bueno que sea posible” (ibid). Al reconocer la situación, los coaches necesitan el coraje de tocar el hombro de los clientes e invitarlos a tener esperanza. No en el sentido de un optimismo infundado, es decir, “todo estará bien”, sino como una invitación a “buscar todo lo bueno que sea posible”. El “bien” se puede encontrar en el pasado del cliente, las historias que le dicen al cliente que se puede avanzar (lo que lleva a un optimismo bien fundado). El bien también puede encontrarse en el futuro del cliente: “¿Qué esperan?”, “¿En quién les gustaría convertirse?”, “¿Qué es importante para ellos en esto?”. El bien puede identificarse en el entorno del cliente: “¿Quién apoya y cómo?” y “¿Quién notaría los primeros pasos?”. Un buen coach necesita esperanza y coraje. Y necesita formas de invitar a los clientes a su esperanza y su coraje. La frase de Mariann Budde me inspiró a reflexionar sobre instancias en mi práctica en las que fui más o menos valiente al enfrentar la realidad y en las que me conecté más o menos con la esperanza. Por el lado del coraje, creo que soy buena (práctica prolongada dentro del Enfoque de Soluciones). Por el lado de la esperanza, puedo ser tentada a pensar: “¡Esto es imposible!”. Lo que encontré útil es también aceptar este sentimiento como una realidad (temporal): “Actualmente me siento desesperanzada”. Cuando esto sucede, trato de recordarme que el cliente no habría venido si no hubiera nada bueno en su pasado, presente o futuro y que lo único que tengo que hacer es invitar al cliente a que lo describa.
Si quieres reflexionar con nosotros (sobre la esperanza, el coraje o cualquier otra cosa), ¿por qué no te unes a uno de nuestros encuentros e intercambios gratuitos?