December 22, 2023
Hola, soy Carlo.
Sí, tengo miedo de ir al dentista. ¡Siempre lo he tenido! Y eso me ha impedido cuidarme durante años. Pero, ¿puede un miedo tan atávico y arraigado ayudarme a comprender mejor el significado más profundo de escuchar? Sí, gracias a un dentista en el que ahora confío. Eso es lo que pasó.
Pero, ¿eh? ¡Tienes más de 50 años y tienes miedo del dentista! No te hará nada, es bueno, ya verás, mírame, llevo años yendo allí y ahora somos amigos. Estas son las típicas frases que he escuchado durante años de aquellas personas con las que he hablado.
Son todas afirmaciones muy interesantes (para quien las haya dicho...) pero os voy a contar un secreto: si alguien tiene miedo al dentista (y no soy experta, pero tengo la clara sensación de que lo que os voy a contar se puede aplicar también a cualquier otro miedo...), si le explico que "no debe tener miedo, que no es racional, que es infantil, que no le va a hacer daño" ¡no le vais a ayudar! Al contrario, simplemente harás que la situación sea aún más estresante para él porque se sentirá "mal" y, en última instancia, ¡le hará sentir peor!
Y esto lo puedo decir por experiencia personal: las frases que he citado llevan años resonando en mis oídos, viniendo de amigos, familiares y conocidos que, aunque animados con las mejores intenciones hacia mí, solo han aumentado mi malestar ya ante la mención de este problema, llegando incluso a evitar cualquier diálogo sobre el tema.
Saber que los demás a tu alrededor consideran ese miedo tuyo como "inútil, superfluo, infantil (como si lo que siente un niño no fuera importante)" no te ayuda a salir de ella. Intentar ayudar a alguien a racionalizar algo que claramente no es racional para la persona es una operación que nunca tendrá éxito y solo servirá para abrir una mayor distancia entre las dos personas que están hablando.
Pero entonces, si realmente queremos ayudar a alguien, ¿qué debemos hacer? Exactamente lo que hizo mi nuevo dentista: ¡simplemente escucharme!
Me escuchó cuando le conté sobre mi miedo. Y me escuchó sin intentar 'arreglarme', porque no hay nada malo en mí, aunque lo que escuchaba estaba a años luz de sus propias experiencias y verdades...
Me escuchó sin 'evaluar' lo que le decía, porque nada es absolutamente cierto o falso y la experiencia es totalmente subjetiva...
Me escuchó sin intentar 'consolarme' porque sé que para superarlo solo puedo apoyarme en mí misma, no en alguien más...
Me escuchó sin intentar 'normalizar' mi miedo, porque no hay nada anormal en él...
Me escuchó con curiosidad, le interesaba mi visión de mi experiencia, las consecuencias que estoy sufriendo por ello, cómo ya estoy tratando de manejarlo en otras situaciones y cómo me siento y qué hago cuando puedo controlarlo... Fueron muchas las cosas que me preguntó ya que estaba realmente interesado en mí y cada pregunta me ayudó a ver mi miedo desde ángulos que nunca había considerado antes.
En definitiva, se sumergió totalmente en esta escucha, se 'dejó' escuchar!
Eso es lo que hizo mi nuevo dentista. Seamos claros, el miedo no ha desaparecido y ahora utilizará las técnicas necesarias para gestionarme como cliente con esta experiencia, pero ahora sé que puedo confiar en él y sobre todo que me ha ayudado a dar el primer paso para cuidarme en este campo: ¡sentarme en su silla!
Y tú, ¿cuál ha sido tu mejor experiencia de sentirte escuchado? ¿Y cómo puedes aplicarlo en tu rol de coach? Si quieres compartir tus ideas, ¡ven a uno de nuestros Encuentros Gratuitos de Coaching!